martes, 23 de abril de 2013

Luís Eduardo Aute

Fragmentos de la entrevista a Luís Eduardo Aute en el dominical "Magazine" del 14 de abril de 2013. (Dédié à monsieur Santamaria)
 
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¿De dónde sale ese deseo de expresarse tan esencial que marca su vida? Es que, si no, ¿qué hago? No sabría qué hacer. Yo fui hijo único hasta los 15 años y no tenía mucha facilidad para comunicarme con los niños del colegio. Pasaba mucho tiempo en casa y sacaba muy malas notas en todo menos en dibujo; ahí, siempre sobresaliente. Recuerdo que mis padres me llevaban mucho a una librería en Manila. Mi padre, que era comerciante, pero tenía intereses muy diversos, compraba publicaciones, periódicos, y yo siempre acababa en el velador donde estaban los libros de arte. Yo creo, al cabo del tiempo, que lo que me gustaba era ver tías en pelotas por el morbo de ver cuerpos desnudos. Entonces le pedí a mi padre que me comprara esos libros, que aún conservo, y cuando llegaba a casa me dedicaba a copiar las pinturas de los clásicos con lápices de colores. Disfrutaba más haciendo eso que yéndome a jugar al fútbol con los amigos del barrio. Escuchaba además ópera de fondo, porque a mi padre le encantaba, y tengo una memoria musical de autores italianos que me sorprende a mí mismo. Y un soldado americano regaló a mi padre una cámara de 8 mm, y se pasaba el día rodando a la familia. Yo se la quitaba y me ponía a filmar con algún amiguete unas historias inventadas bastante insensatas. He tenido muchos estímulos, pero el deseo de expresarme a través de la pintura, el cine o la música siempre me ha acompañado. Me regalaron para Navidades una caja de óleos a los 7 años, y aquello fue la locura..., pero todo comenzó por lo de los desnudos…
 
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En la letra de uno de sus últimos temas, recogido en el álbum, dice: “No quiero ser cabeza de cartel”. ¿No va la sociedad por otro lado? Así estamos. Te empujan a ser un triunfador, un número uno en todo. Y a mí lo único que me interesa es expresarme; si es con música y palabras, que esas palabras sean las que tienen que ser, que no haya adjetivos; allá cada uno. No quiero juzgar, y un adjetivo es un juicio. Me interesa llegar a la máxima desnudez; que hasta las instrumentaciones sean mínimas. El trabajo es quitar más que poner, ir a lo esencial. Los tiempos no corren en ese sentido. Yo tengo el privilegio, a la hora de trabajar, de poder aislarme de ese ruido de fondo, y lo hago cada vez más, pero claro, una sociedad que valora el triunfo con esta desproporción valora el fracaso con la misma intensidad.
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¿Dónde se subraya esa necedad en estos momentos? En la codicia. Hayas aprendido lo que hayas aprendido, en la dirección en que tu curiosidad te haya querido llevar, llega un momento en la vida de cada uno de nosotros en el que te dicen que eso ya no vale para nada. Que tienes que ser un hijo de puta, intentar machacar al otro, destacar, ser rico, triunfador. Eso para mí es la necedad. ¿Qué tiene que ver eso con la vida? La vida no es eso, es otra cosa muy distinta. Es ser competente antes que competitivo. Es la necedad, no saber qué es el ser humano, la que nos ha llevado a este delirio de la economía que está en manos de terroristas financieros que tienen tanto dinero y tanto poder que quieren directamente comprar el mundo, aunque, para ello, tengan que arruinarlo antes.
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¿Está un poco quemado, adjetivo tan de moda? Yo creo que no. Quemaduras tengo como tenemos todos, pero no acepto su tiranía. No acepto el “estoy quemado y no hay nada más que hacer”. Para mí vivir es… Esto que hago no lo considero trabajo: escribir, hacer canciones o pintar, dibujar, hacer películas. No lo considero trabajo: es vida. Es mi forma de vivir, es que si no es así, no sabría qué hacer. Me buscaría un trabajo para mantener a mi familia y eso, pero a la mínima de cambio me pondría a tocar la guitarra porque es lo que me gusta hacer y lo que da sentido a mi vida.
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