Las escuelas de arte son como fumaderos de opio. Mientras estás dentro, el ambiente es acogedor, todo parece interesante porque todos fuman de la misma pipa. En la embriagadora y turbia nube de diálogo y crítica, el mínimo resultado se amplifica. Empiezas a creer que las cosas que haces o piensas tienen valor símplemente porque tú las has hecho o pensado. Todos tus amigos te apoyan, les gusta lo que haces. "Está muy bien esta pieza, es muy interesante". Ten cuidado con esta palabrería. En el mundo sobrio, el mundo exterior, en realidad no le importa a nadie. Aquí tienes que ganarte la atención de los demás y el espacio disponible para el reconocimiento y la celebridad es realmente pequeño y apretado. Hasta ahora has inhalado mucha tontería y ha llegado la hora de exhalarla y rehabilitarte.
(Kerry James Marshall. "Cartas a un joven artista". Ediciones el Ciprés, 2010)
De lo más atinada esta reflexión.
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