Vicent, otro espejo en el que busco mi reflejo.
Hace un par de semanas recibí un correo electrónico de mi buen amigo Vicent Santamaría en el que, entre otras cosas, me contaba que venía sufriendo el síndrome de Baterlby al abandonar, sólo por un mes, sus asuntos prioritarios (artículos, publicaciones, estudio e investigación, literatura ...). También mencionaba otros temas que me hicieron recordar una conversación telefónica que mantuve con él en la que me acusaba de militar obstinadamente en el diletantismo y de su desprecio hacia todos aquellos que lo ejercen sin complejos (espero ser una excepción).
Por supuesto, en aquel momento, lo negué y justifiqué mi escasa dedicación a mis actividades artísticas buscando refugio en mis circunstancias personales, algo en lo que soy un consumado maestro.
Han pasado ya algunos días y he leído un par de libros reveladores. Confieso abiertamente que soy el único responsable de todo lo que he hecho y de todo lo que he dejado por hacer (que es mucho, muchísimo, demasiado).
Ahora, igual que mi amigo, siento un vértigo aterrador por todos estos años que he dejado pasar sin hacer nada y una terrible angustia ante la certeza de que todos esos años, toda esa inactividad, son irrecuperables y que no se pueden compesar con nada aunque ponga todo mi empeño en ello.
Es estúpido cargar el muerto a los demás por nuestros errores e incapacidades. Si mi buen amigo es preso del Sr. Baterlby por bajar el pistón durante un solo mes, qué puedo decir de mí si fue en un lejano 1999 cuando comencé a perder la fe, las fuerzas, las ganas ... ¿Puede uno, con 40 años, abandonar el diletantismo y militar activamente en el grupo de los hacedores? ¿Puede uno sobreponerse a la falta total de estímulos e intentar recuperar el pulso a una trayectoría artística abandonada durante una década?
Quisiera agradecer desde aquí (no creo que se lo haya dicho nunca a la cara y no sé muy bien porqué) a Vicent el que sea una de las pocas personas estimulantes que me han ayudado a crecer.